El automasaje es reconocido como aquel que se ejerce sobre uno mismo. Pese a lo que muchos puedan pensar, es muy recomendable -incluso por expertos- de realizar muy a menudo. Aunque sí que se reconoce que este tipo de masaje tiene ciertas limitaciones.
Conocer nuestro cuerpo
Nosotros mismos nos conocemos mejor que nadie, ese es uno de sus principales beneficios. Pero hay zonas a las que no llegamos o que incluso no sabes cómo tratar correctamente ese músculo. En esos casos sí que habría que estudiar un poco sobre el tema, para no producir lesiones a corto y largo plazo.
Sin embargo, sus múltiples beneficios convencen más y son muchos. Entre ellos se encuentra la excusa de ser más barato, ya que no necesitas de ningún especialista, el tiempo es más reducido y lo eliges tú mismo, porque no tienes que desplazarte ni buscar cita previa en ningún sitio; nos conocemos a nosotros mismos de manera más concienzuda, nos relaja y desestresa, mejora nuestra propia sensibilidad en las manos y podemos hacer un mayor hincapié en las zonas afectadas.
Perfecto para deportistas
Por lo tanto, el automasaje implica un reconocimiento de nuestro cuerpo y ayuda a aliviar de manera casi inmediata el dolor. También aporta una mejora de la circulación, una relajación en los músculos y una prevención de posibles lesiones, en caso de hacernos un masaje a menudo.
Un buen automasaje se hace de manera repetida y continua, pero sin cansar el cuerpo ni a uno mismo. Por lo que se recomienda no excederse más allá de unos 25 o 30 minutos por sesión. Además, para que funcione mejor se deben hacer ejercicios de respiración que acompañen el alivio de las zonas masajeadas. En este caso, el yoga hace un buen papel para saber acompañar los movimientos con el aire.
Un buen masaje consiste en ejercicios de fricción, roce, amasamiento y vibración sobre los músculos y la piel. De esta manera podemos hacer frente al dolor intenso, la relajación y el alivio de sobrecargas musculares, bajamos el estrés y quitamos las contracturas musculares que están más afuera. Luego existen ciertas lesiones musculares o contracturas que sí que requieren de especialistas.
Cuidado previo de la piel
Mediante esos cuatro pasos -que se irán repitiendo de manera constante- el automasaje consistirá en éxito. Para ello también podemos tener en cuanta varios aspectos, como tomar un baño caliente previo al masaje, ya que abriremos los poros de la piel y además ayudaremos a esa relajación necesaria para que los músculos permitan tratarlos.
El ambiente que tengamos alrededor también será preciso. Un espacio relajado, donde no se refleje el trabajo o el ajetreo diario, que no nos recuerde a nada que pueda distraernos de nuestro objetivo final, que es la tranquilidad y comodidad. Podemos adecentar el ambiente con un perfume suave o incienso, de manera que aporte luminosidad y frescura al entorno escogido.
Localizar las zonas doloridas
Cuando lo tengamos todo dispuesto para el masaje, lo más adecuado es saber dónde hay dolor y cómo tratarlo. En caso de querer realizarlo como un ritual, lo más recomendable es proceder desde los pies hasta la cabeza, es decir, de abajo arriba pasando por gemelos, muslos, glúteos, abdomen, brazos, manos, espalda, hombros, cuello y cara -mandíbula y frente, sobre todo, que son las zonas que más estrés acumulan en el rostro-.
A través de movimientos circulares, combinados con otros que alarguen el movimiento y destensen los tendones, practicaremos el automasaje. Hay que recordar que este proceso no puede sobrepasar los 30 minutos de duración, ya que las manos son las que más acumular la tensión durante el proceso, además de cansar las zonas del cuerpo si se está muy encima de ellas.
Este tipo de masaje es perfecto para deportistas, ya que ayuda a la circulación y permite que la recuperación sea más corta, en caso de padecer alguna lesión. Además, permite estar apunto durante los periodos largos en los que se vaya a ejercer mucho ejercicio o se haga de manera intensa.
Los pasos correctos del automasaje
Por lo tanto, queda aprender cuál es la manera más recomendable de aplicarse un automasaje. Utilizando siempre el pulgar y el dedo corazón -pudiendo añadir el anular en el supuesto que tengamos que aplicar más fuerza o sea una zona amplia-, aplicaremos presión con círculos sobre las zonas doloridas o cansadas.
Primero habrá que limpiar la piel de la zona que vayamos a masajear. Se puede aplicar aceite para masaje, crema hidratante o relajante muscular para minimizar la fricción y fuerza de las manos sobre la piel.
Masajearemos y aplicaremos la fuerza necesaria, sin necesidad de sentir dolor, ya que hay que hacerlo de manera constante. Todo ello sin excederse de los 20 minutos por sesión, llegando a realizarse una vez al día, dependiendo del dolor. Tras el automasaje, hay que acordarse de estirar bien los músculos de la zona durante, al menos, 5-10 para relajar la presión que acabamos de ejercer y no volver a cargar los músculos.
Si resulta que tenemos una contractura muy dura o vemos que la presión de los dedos no es suficiente, podemos proceder con los nudillos o el codo. Pero hay que prestar atención, ya que son más duros y pueden hacer daño si no se aplican correctamente.
Prestar atención a la espalda
Algunas personas se atreven a utilizar pelotas de golf para la espalda, porque su forma y su dureza son perfectos para aplicar la presión necesaria. Aunque hay que ir con cuidado cuando se aplica sobre la mitad de la espalda y las lumbares, ya que no hay que presionar sobre la columna directamente y son dos partes del cuerpo muy delicadas. Por eso, si no se sabe hacer, es mejor evitarlo.
Eso sí, en caso de sufrir alguna lesión, habrá que consultar con un profesional, como un fisioterapeuta o un osteópata. Esto es importante para confirmar la gravedad y preguntar cuáles serán los ejercicios o automasajes más recomendables.
Aun así, el automasaje aplicado de forma consciente y constante, se puede realizar durante una vez al día, o varias veces por semana en caso de no tener el tiempo necesario. De esta manera evitaremos lesiones, acabaremos con la tensión y nos relajaremos, perdiendo el estrés del día a día.